
Lic. Zoila Portuondo Guerra
Marzo 12, 2021
Las palabras “animalista” y “animalismo” fueron aceptadas en noviembre del año 2020 por la Real Academia Española (RAE). Antes de eso, dichos términos aludían más bien a las corrientes que, dentro de la cultura, se dedicaban a los animales. Por ejemplo, en el arte se llamaba animalismo a cualquier escuela dedicada a representar animales, y animalista, al artista que lo hacía.
Pero los tiempos han cambiado. La conciencia humana ha evolucionado —y evoluciona— a pasos agigantados y el concepto de animalismo se ha enriquecido con nuevas experiencias, actitudes, enfoques y contenidos. La RAE define ahora el animalismo como el “movimiento que propugna la defensa de los derechos de los animales”, y al animalista, como la persona “que defiende los derechos de los animales”. Con ello, reconoce la existencia de un movimiento filosófico, político, social y jurídico que gana cada vez más protagonismo y más adeptos en las sociedades modernas.
Pero, aclaremos algo: aquí no estamos defendiendo etiquetas. Quien escribe no cree en ellas, porque las etiquetas son fijas y cerradas, y la vida es cambiante, plural, caleidoscópica e inabarcable. De modo que si algún lector o lectora amante de los animales siente que no encaja en algunas de las definiciones que aquí explicaremos, no tiene por qué preocuparse. El universo animalista es un arcoiris de amplia gama, donde coexisten proteccionistas, bienestaristas, protectores, vegetarianos, vegetalistas, antiespecistas, etc. Y todos, a su modo, y a su ritmo, tributan a la defensa de los animales, que es lo importante. Cada uno ha comprendido, en determinado grado, que los animales no son recursos ni esclavos de la especie humana sino criaturas con derecho a la vida, la libertad y el bienestar.
Es importante destacar que este arcoiris animalista, con sus nuevas sensibilidades, actitudes y reclamos, va conformando una nueva filosofía, un nuevo modo de entender la vida y el derecho. Ya se habla de una sola salud, o sea, que la salud de los animales humanos y de los animales no humanos es una sola. Y muchos han llegado a comprender, también, que existe un solo bienestar porque es imposible separar el bienestar humano del bienestar animal, y viceversa. Los más avanzados razonan y proponen un solo Derecho. En América Latina, por ejemplo, donde tras siglos de dominación eurocentrista va recuperando espacio la cosmovisión biocentrista propia de sus pueblos originarios, el concepto del Buen Vivir —equilibrio material y espiritual del ser humano en relación armoniosa con todas las formas de existencia—ha comenzado a plasmarse en algunas normas jurídicas nacionales y se ha empezado a reconocer derechos a los sistemas vivos y a los componentes no humanos de la Tierra, con independencia de su utilidad para el homo sapiens. En Europa, el paradigma lo sentó Alemania cuando, a partir de 2002, su Constitución Política reconoció la dignidad de hombres y animales.
Ahora bien, ¿qué es un animalista?
Un animalista es alguien que no solo ama a los animales sino que lo demuestra con sus acciones. Sus metas son el veganismo (aunque sería más correcto decir vegetalismo) y el antiespecismo. El animalismo, como plantea Emma Infante en la Guía del buen animalista (www.animalados.com), es “exigente, profundo y transformador”.

El veganismo implica no alimentarse de animales ni de productos provenientes de ellos (como los lácteos y los huevos), ni tampoco usar artículos (adornos, zapatos, pieles, carteras, etc.) elaborados con partes de animales, o que hayan sido fabricados sacrificando alguna vida animal. Esto no es tarea fácil pues el veganista tiene que estar informado y leer cuidadosamente todas las etiquetas, ya que hay productos aparentemente libres de maltrato animal que no lo son. Por ejemplo, la laca de uñas permanente, el creyón de labios, los preservativos y todas las frutas relucientes que vemos en los supermercados, no son veganos. La laca contiene una cera que se obtiene de insectos, el creyón de labios proviene de machacar cochinillas, los preservativos deben su suavidad a la caseína (una proteína de la leche), y el brillo de las frutas se obtiene con una goma que se extrae de los peces. Gran compromiso. Un compromiso que solo puede brotar de una profunda convicción y de un amor incondicional.
El animalista veganista porta, al mismo tiempo, una nueva sensibilidad que lo lleva a percibir el mundo de una manera diferente. No se siente cómodo al ver una película o un programa de televisión donde participan animales, pues estará más atento a observar si son respetados y bien tratados que a la trama argumental. No aprueba ni visita zoológicos o acuarios, ni tampoco circos donde haya números con animales. No asiste a rodeos, carreras de caballos, ni a ninguna otra competición parecida porque sabe que en todas hay maltrato y sufrimiento animal. ¡Qué decir entonces del toreo, los sanfermines, los combates entre animales y otros crueles espectáculos! Absolutamente inadmisibles.
Un animalista es, por principio, antiespecista, o sea, no discrimina ni privilegia a ninguna especie por encima de las otras (por eso hay movimientos antirracistas que se identifican con los movimientos animalistas). No acepta la instrumentalización de ningún animal. Para él no existen animales de trabajo, de consumo, de granja, etc., pues para el animalista los animales no son recursos ni instrumentos sino que tienen valor por sí mismos. Por supuesto, tampoco aprueba que sean objeto de lucro.

Ahora bien, no caben dudas de que un animalista así definido es alguien muy radical y estricto. Pero dentro de la gama animalista hay muchos y diversos matices. En ella encontramos al protector, al proteccionista, al bienestarista, al biocentrista, al animalista propiamente dicho (veganista), etc. El protector es, como lo vemos constantemente en Cuba, ese afanoso activista que protege (o intenta proteger) a todos los animales que encuentra en situación de necesidad o de maltrato. Y que, a veces, hasta se enfrenta valientemente a los maltratadores. Lo vemos en las calles alimentando animales sin hogar o administrando un refugio casero donde da cobijo a los desprotegidos (en ocasiones, con la ayuda de otras personas). Aunque también puede considerarse “protector” aquel que al no tener condiciones para llevar adelante tales faenas realiza donaciones de su tiempo, de su dinero, de recursos útiles para la protección de los animales como medicamentos, mantas, guacales, etc. Los protectores son activistas muy apasionados, comprometidos y constantes porque los mueven una gran empatía y un intenso amor.
Los proteccionistas, por su parte, son aquellas personas que se oponen y luchan contra la extinción de las especies. Consideran a los animales como bienes que merecen conservación y los perciben como recursos que la humanidad debe explotar con “sostenibilidad”.
Los bienestaristas son aquellos que se oponen al maltrato animal pero siguen considerando a los animales como recursos que la humanidad puede explotar “humanitariamente”, o sea, evitándoles sufrimientos innecesarios. El bienestarista se preocupa por el sufrimiento de los animales cuando ese sufrimiento no implica un beneficio para las personas. Por eso se opone a la caza, a las corridas de toros, a las peleas y competencias entre animales y otros espectáculos semejantes. Pero, como el protector y el proteccionista, suele ser antropocéntrico y especista; no es vegano ni vegetariano y no le preocupa usar productos fabricados con partes de animales o ensayados en animales, como los cosméticos.
En la última década se ha estado gestando un movimiento desprendido del bienestarismo: se trata del “neobienestarismo”. Su objetivo es eliminar el sufrimiento en el mundo. Por eso los neobienestaristas no están de acuerdo con la explotación animal. Su limitación radica en que sienten que hay que proteger a los animales pero manejándolos desde el punto de vista humano sin tomar en cuenta su integridad y libertad.

El veganismo, como movimiento animalista, considera que los animales son individuos y que cada vida cuenta. Toma como base teórica y de acción los derechos de los animales, y rechaza toda forma de explotación a partir del principio de la igualdad. Las organizaciones que representan este movimiento son casi desconocidas. Entre ellas se cuentan las llamadas Defensa Animal y DefensAnimal.org. Dentro del veganismo se aprecian también muchos matices: hay quienes no valoran igual a los animales vertebrados que a los invertebrados; los insectos, por ejemplo.
Finalmente, el biocentrismo, término aparecido en la década de los 70 del siglo pasado, es una teoría moral que afirma que todo ser vivo merece respeto moral. El biocentrismo privilegia, por sobre todas las cosas, la vida. Desde este punto de vista, no es especista ni antropocentrista. Y aunque las personas identificadas con esta corriente pueden consumir animales, lo hacen con la actitud de los pueblos originarios: obedeciendo a una necesidad, con respeto y sin explotarlos, a diferencia de las sociedades industriales. El biocentrista siente que pertenece a la naturaleza; no se siente separado de ella como el hombre común; de ahí su trato armónico y respetuoso hacia toda forma de vida.
A modo de conclusión nos gustaría aclarar que no hemos agotado ni remotamente el tema del animalismo. No hemos hablado, por ejemplo, del ecocentrismo, del ecologismo, ni de otros enfoques y movimientos relacionados con la naturaleza y, por ende, con los animales, las plantas y los ecosistemas, temas que podrían ser abordados en futuros trabajos. El propósito de este ha sido únicamente echar un primer vistazo a algunos ismos que, en el presente, están relacionados con la actitud de una parte creciente de la humanidad hacia los animales. Actitud que puede haber brotado no solo de una consciencia y de una sensibilidad humanas más evolucionadas, sino también del saber científico y de la percepción del peligro inminente que se cierne sobre la vida en la Tierra como resultado de la acción irresponsable y vorazmente depredadora del ser humano sobre el ambiente, la naturaleza y los animales.
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Llegarán los tiempos donde nadie se querrá alimentar de cadáveres, dónde nadie se declarará estar dispuesto a oficiar de carnicero. ¡Cuántos de nosotros hay ya que nunca comerían carne si tuvieran que clavar el cuchillo en el pescuezo de los animales afectados!
-Bertha von Suttner
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