
Zoila M. Portuondo Guerra, 10 de abril de 2021.
En homenaje al Día del Perro.
Puede que algunos conozcan el origen de esta frase archiconocida. Pero puede que otros no lo conozcan. Para ellos, esta historia.
Todo comenzó cuando, en octubre de 1869, en un condado de Missouri, Estados Unidos, un hombre le disparó, y mató, a un sabueso de color negro y fuego llamado Old Drum, el cual pertenecía a su vecino Charles Burden. Aparentemente, el acto obedeció a que el perro rondaba la finca de Leonidas Hornsby (cuñado de Burden), quien había prometido aniquilar a cualquier animal que encontrara cerca de su propiedad pues ya había perdido cierto número de ovejas por ataques de lobos y perros merodeadores. Al parecer, no fue el propio Hornsby quien le disparó al perro sino su sobrino, pero este lo hizo con su aprobación.
Furioso y consternado al comprobar que le habían matado a su sabueso preferido, Charles Burden decidió que el crimen no quedaría impune y llevó el caso a juicio. Pedía a la corte que Hornsby lo indemnizara por daños y perjuicios pagándole la suma de 100 dólares, aunque luego tuvo que rebajarla a 50 por disposiciones legales del condado. Y así comenzó, el 25 de noviembre de 1869, el primero de una serie de juicios que terminaron pasando a la historia gracias a lo que ocurriría después. Cada vez que Hornsby era considerado culpable, apelaba el veredicto del jurado, y cuando aparecían nuevas pruebas o el acusado era considerado inocente, Burden era quien apelaba. Es interesante anotar que con cada nuevo juicio se iba elevando la calidad de los abogados que defendían las causas de ambas partes. Y ya en el cuarto, celebrado en septiembre de 1870 en lo que es hoy el Palacio de Justicia Old Johnson del Condado de Warrensburg, participaban “Los cuatro grandes de Missouri”, entre los que se encontraba, representando los intereses de Charles Burden, el notable jurista George Graham Vest, quien resultó ser el encargado de presentar ante la corte los alegatos finales a favor de la causa de Burden y del perro Old Drum.
En este alegato, que más tarde llegaría a ser famoso, Vest prefirió no hablar de evidencias, pruebas ni circunstancias sino que eligió pronunciar un fervoroso discurso en homenaje a los perros. Y tan conmovedoras resultaron sus palabras que, según cuentan, al término de las mismas rodaban lágrimas por los rostros de algunos de los presentes. Como el lector podrá suponer, bastaron unos minutos para que el jurado decidiera a favor de Charles Burden, quien debió ser indemnizado por el acusado. Y aunque Hornsby apeló a la Corte Suprema de Missouri, esta ratificó el fallo anterior por lo que Burden, al final, consiguió que se hiciera justicia para Old Drum aun cuando sabía que ningún dinero del mundo podría devolverle a su querido perro.
El alegato pronunciado por el abogado George Graham Vest en el Palacio de Justicia de Warrensburg defendiendo el caso de Old Drum, trascendió los muros de la corte de Missouri y ha pasado a la historia como el Elogio del Perro. Y es de allí de donde procede la famosa frase “El perro es el mejor amigo del hombre”.
El caso de Old Drum tampoco quedó en el olvido. Y el 12 de diciembre de 1947 fue develado un monumento en su honor en el sitio aproximado en que su dueño lo encontró muerto, en las riberas de Big Creek. El autor de la obra fue Fred Ford, quien, para erigirla, recibió donaciones monetarias y en materiales rocosos de todas partes del mundo. En el monolito, convertido en símbolo de todos los perros queridos que sus dueños han perdido, se inscribió lo siguiente: “Old Drum, asesinado, 1869”. Lamentablemente, debido al vandalismo, su base original ya no existe.

Pero el asunto no quedaría ahí pues algún tiempo después, en 1958, y gracias a los esfuerzos coordinados de los amantes de los perros de todo el país y de la Cámara de Comercio de Warrensburg, Old Drum fue de nuevo inmortalizado en una estatua de bronce realizada por el escultor Reno Gastaldi. El monumento se encuentra emplazado en la esquina sureste de la actual Corte del Condado de Johnson y representa a un perro de caza parado sobre sus cuatro patas con la cabeza en alto y la cola baja. En la base, grabado en relieve, aparece el famoso Elogio del Perro de George Graham Vest, que a continuación compartimos.

del Perro, 1958.
Elogio del Perro
Caballeros del jurado:
El mejor amigo que un hombre pueda tener, podrá volverse en su contra y convertirse en su enemigo. Su propio hijo o hija, a quienes crió con amor y atenciones infinitas, pueden demostrarle ingratitud. Aquellos que están más cerca de nuestro corazón, aquellos a quienes confiamos nuestra felicidad y buen nombre, pueden convertirse en traidores.
El dinero que un hombre pueda tener también podrá perderlo, se esfumará en el momento en que más lo necesite.
La reputación de un hombre quedará sacrificada por un momento de locura o debilidad. Las personas dispuestas a caer de rodillas para honrar nuestros éxitos, serán los que arrojen la primera piedra, cuando el fracaso coloque nubes sobre nuestro porvenir.
El único, absoluto y mejor amigo que el hombre puede tener en este mundo egoísta, el único que nunca lo abandona, el único que nunca se muestra ingrato o traicionero, es su perro.
El perro de un hombre está a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Dormirá en el frío piso donde sopla el viento invernal y cae la nieve, solo para estar junto a su amo.
Besará la mano que no tenga comida para ofrecerle y lamerá las heridas y llagas que deje en su dueño el roce con el áspero mundo. Él guarda el sueño de su amo indigente como si fuera un príncipe. Cuando todos los otros amigos se marchan, él permanece. Cuando la riqueza vuela y la reputación se hace pedazos, él permanece constante en su amor tal como el Sol en su tránsito a través del cielo.
Si la desgracia deja a su amo sin hogar y amigos, el leal perro solo pide el privilegio de acompañarlo para defenderlo del peligro, para pelear contra todos sus enemigos. Y cuando llega el momento final y la muerte se lleva al amo, y su cuerpo es enterrado en la fría tierra, no importa que todos los amigos hayan partido; allí, junto a la tumba, podrá encontrarse al noble perro, con la cabeza entre las patas, los ojos tristes pero abiertos y en alerta vigilancia, fiel y sincero incluso en medio de la muerte.

A sus pies, su perra Rinti, quien la siguió en la muerte.
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